Al preguntarle a muchas personas en el mundo hoy, “¿usted está salvo?” , muchos responderán automáticamente, “sí.”; Pero si les preguntáramos de que están salvos, casi nadie tendría idea de lo que estamos hablando…
Salvación es liberación. Esto significa ser rescatado de algo. Es algo que se hace por alguien que tiene la fuerza, para alguien que tiene la necesidad o el deseo.
En el nuevo testamento se habla de la salvación en dos tiempos:
1. Salvación de la esclavitud del pecado, para que una persona pueda ser cambiada/o de un pecador a un santo (todos los cristianos son santos), y tienen el poder para vivir una vida santa, libres de la esclavitud del pecado (tiempo presente)…
2. Salvación de la ira de Dios todopoderoso [Jesucristo] (el cual vendrá) (tiempo futuro) viviendo en el poder del evangelio de Cristo, y manteniéndose a sí mismo libre de pecado hasta el día del juicio.
Pablo enseñó de esta manera en Romanos 5: 9-10:
“Luego mucho más, ahora (tiempo presente) justificados en su sangre, por el seremos salvos (tiempo futuro) de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho mas, ya reconciliados, (tiempo presente)seremos salvos por su vida (tiempo futuro).”
LA SALVACIÓN DE LA ESCLAVITUD DEL PECADO
“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, es siervo de pecado.”
(Juan 8:34)
“No somos pecadores porque pecamos; mas bien pecamos porque somos pecadores.
Esta declaración se aplica a todos los que no están en Cristo por el evangelio del Nuevo Testamento. Cada hombre y mujer que ha nacido (excepto el Hijo de Dios, cuyo padre no era un hombre), nació bajo la maldición del pecado que Adán trajo sobre sí mismo y su descendencia.
El hombre es un pecador. Es por eso que pecamos. Él debe pecar. Él es un siervo. Él nació de esa manera y no lo puede evitar, tanto de la misma manera que un bebé de una madre adicta al crack nace adicto al crack cuando él personalmente nunca lo ha utilizado. No es justo; él simplemente nació de esa manera.
Es por eso que Dios vino en la carne como el último Adán, para “deshacer” lo que el primer Adán hizo en el principio.
Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo, nunca pecó, y se convirtió en el sacrificio perfecto para pagar la pena de muerte que cada persona en la tierra merecía.
“Por cuanto todos pecaron,
[Eso te incluye a ti]
Y están destituidos de la gloria de Dios…”
(Romanos 3:23)
“Porque la paga del pecado es la muerte…”
(Romanos 6:23)
“El alma que pecare, esa morirá.”
(Ezequiel 18:4)
La Biblia dice que,
“… Porque la vida de la carne en la sangre está: y yo os la he dado para expiar vuestras personas sobre el altar: por lo cual la misma sangre expiará la persona.…”
(Levítico 17:11)
…Y así, para que la pena de muerte se llevara acabo, tenía que haber un sacrificio de sangre … y con el fin de que el sacrificio fuese capaz de salvar a otros tenía que ser inocente; de lo contrario su sangre sólo hubiese pagado el castigo por sus propias transgresiones. Por lo tanto, tenía que ser de sangre sin pecado, para poder salvar a cualquiera.
El único hombre nacido que no vino de Adán fue Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios. Su madre era una mujer, pero su padre era Dios y no un hombre. Por lo tanto él era totalmente humano, pero su sangre provino de su Padre (Dios, no Adán), y él no estaba bajo la maldición de Adán. Como tal no había pecado en él (1 Juan 3: 5), aunque tuvo la oportunidad de pecar, porque era,
“tentado en todo según nuestra semejanza”
(Hebreos 4:15)
Así, él se convirtió en el sacrificio perfecto. Él murió, fue sepultado, y resucitó de la tumba al tercer día, conforme a lo escrito en las Escrituras durante siglos antes de que llegara.
Después de su resurrección, él se presentó vivo a sus discípulos, y les mandó a predicar este evangelio (buenas noticias), en todo el mundo, lo que hicieron y siguen haciendo. Ellos fueron enseñados por el Señor a predicar que él fue resucitado de entre los muertos incorruptible (eso significa que nunca puede morir de nuevo), y que todo aquel que en él cree, puede tener la remisión (el perdón) de los pecados y una resurrección en el reino de Dios a través de su nombre (Hechos 10:43, 13: 38,39).
Y esta es la forma en que los apóstoles de Jesucristo predicaron que debemos llegar a ser salvos:
” Arrepentíos,
y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados;
y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa,
y para vuestros hijos,
y para todos los que están lejos;
para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
… Y con otras muchas palabras testificaba y exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa (rebelde; impío, fuera de control) generación.”
(Hechos 2:38-40)
En el primer día del Nuevo Testamento, Pedro, el apóstol, predicó ese mensaje; y es el mismo mensaje que todos los demás apóstoles predicaron a partir de entonces, y sigue siendo el único mensaje que salvará al pecador del poder de las tinieblas, para que pueda vivir una vida santa en pacto con Dios Todopoderoso y pueda entrar en su reino glorioso.
Cuando nos arrepentimos, morimos; porque hacemos la decisión de no vivir para nosotros mismos por más tiempo, sino más bien para Jesús en obediencia a su palabra.
Luego, cuando somos bautizados, nos convertimos en “sepultados con él en el bautismo” (Colosenses 2:12); y en eso somos “resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (Colosenses 2:12 de nuevo) al recibir su Espíritu, el Espíritu Santo.
Así, al igual que Jesús pasó por la muerte, sepultura y resurrección para nosotros, también nosotros experimentamos la muerte, sepultura y resurrección mediante la obediencia al evangelio que sus apóstoles predicaron, por lo que llegamos a ser “nuevas criaturas en Cristo Jesús”, levantados de nuevo para caminar en una nueva vida!
Ese es el evangelio de Cristo, que el apóstol Pablo dijo es
“…poder de Dios para salvación a todo aquel que cree… “!
(Romanos 1:16-17)
¡Alabado sea el Señor Jesucristo!
AMEN
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