La circuncisión fue una parte necesaria del antiguo pacto bajo la ley dada por Moisés (aunque esta no fue “de Moisés, sino de los padres”, significando que esta fue ordenada por Dios para Abraham, Isaac, é Israel aún antes de que naciera Moisés) — Juan 7:22.
Esta comenzó con Abraham en Génesis 17:9-14, y continuó hasta el día de Pentecostés (Hechos capitulo 2), cuando comenzó el nuevo pacto. Podemos ver de Hechos 15:1-29 así también como en las enseñanzas de Pablo en Romanos 2:25-29 y Gálatas 5:2, 6:12-16 etc…que la circuncisión física (esto es el removimiento del prepucio en el órgano masculino) ya no es requerido por Dios para la salvación.
Pero —
Hay otra circuncisión, una que actualmente Dios prefiere, y es aún necesaria para llegar a ser parte de Su casa—de hecho aún en el Antiguo Testamento, fue esta circuncisión que Él realmente quiso a lo largo de todo el tiempo.
(Deuteronomio 10:16, Jeremias 4:4)
El apóstol Pablo lo escribió de esta manera: “…la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra (de la ley). . . “(Romanos 2: 29). Esta circuncisión fue ordenada por Dios e ilustrada por “sombra de lo que ha de venir” (Colosenses 2:17) en el Antiguo Testamento (mire también 1 Corintios 10:11, Romanos 15:4); pero hasta que Jesucristo fue glorificado (Juan 7:39, Hechos 2:33), lo cual fue manifestado por el derramamiento de Su Espiritu en el día de Pentecostés, 33 D.c., esta “circuncisión del corazón” no había sido todavía revelada completamente a los hijos de los hombres.
Esta era parte de un misterio el cual no se había dado a conocer en otros tiempos a los hijos de los hombres, “misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espiritu.” (Efesios 3:5).
Nosotros sabemos que la circuncisión (la del corazón, y no en la carne) es aún un requisito de Dios para la salvación, porque los apóstoles de Cristo lo enseñaron en el Nuevo Testamento, y los profetas hablaron de esta en el Antiguo. Dios le dijo a Abraham que el hombre incircunciso que habitara entre ellos seria “cortado de su pueblo; ha violado mi pacto”. (Génesis 17:14).
Él también le dijo al profeta Ezequiel, “Ningún hijo de extranjero, incircunciso de corazón… entrará en mi santuario”… (Ezequiel 44:9).
Si nosotros queremos conocer al Señor, y mirar su poder y gloria, debemos entrar dentro de Su santuario (Salmo 63:2). Para poder adorarlo a Él en verdad, debemos de entrar dentro de Su santuario (Salmos 134:2, 150:1). Cuando necesitamos orar al Señor, debemos entrar dentro de Su santuario (Isaias 56:7, Mateo 21:12,13, Hebreos 6:19,20, 9:1-15).
¿Como podemos obtener esta circuncisión del corazón?
Jesús le dijo a Nicodemo en Juan 3:5: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Jesús supo que el diluvio en los días de Noé fue un bautismo. El apóstol Pedro confirmó eso en 1 Pedro 3:20,21. Por medio de ese diluvio de agua el mundo fue destruido, Noé y su familia fueron salvos, y Dios hizo un nuevo pacto con él cuando él salió del árca, (Génesis 9:11), y le dio la “señal” de ese nuevo pacto— el arco iris (Gen. 9:13). Un arco iris, visto desde el cielo, es un circulo completo, y fue dado a Noé y a sus generaciones como una sombra, ó tipo de circuncisión.
En el Mar Rojo (el cual fue también un bautismo–mire 1 Corintios 10:1,2), el enemigo de Israel (Egipto, el cual representa al mundo y a la esclavitud al pecado) fue destruido, Israel fue salvo, Dios les dio el pilar de la nube (mar y nube–agua y Espíritu) y los tomó al Monte Sinaí é hizo un pacto con ellos (Éxodo 14:20).
En el río Jordan 40 anos después, Israel atravesando el río (agua) entró en la tierra de la promesa (Espíritu), y fueron circuncidados en Gilgal, donde Dios declaró que Él les había quitado el oprobio de Egipto. (Josué 3:1-5:9).
Es por esta razón que Jesús esperaba que Nicodemo entendiera acerca de ser nacido de agua y del Espíritu. Y cuando fue evidente que él no entendió, Jesús le respondió:
“Eres tu maestro de Israel, ¿y no sabes esto? (Juan 3:10).
Cuando Jesús fue glorificado, y la iglesia del Nuevo Testamento nació, este nacimiento de agua y Espíritu que había sido ilustrado por figuras y sombras en el Antiguo Testamento, fue revelado; primero a los apóstoles (Lucas 24:45-49, Juan 20:21-23), y luego por la palabra de ellos al mundo (Mateo 16:19, Juan 17:20); al Judío primero y luego a los Gentiles (Hechos 13:46, Romanos 1:16). Esto fue primeramente predicado por Simón Pedro en el día de Pentecostés, 33 D.c., diciendo,
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
Pablo el apóstol enseñó en Colosenses 2:11 que los cristianos eran “circuncidados con circuncisión no hecha a mano” y que esta circuncisión es para el “echar… el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo…”
¡Hay una circuncisión de Cristo!
Es como obtenemos nuestros pecados remitidos… (Diccionario Webster “remitir”–liberar a alguien de culpabilidad o de una penalidad; PERDÓN, OLVIDAR). Este es el secreto que Jesús le dio a sus discípulos en Juan 20:21-23; que el les abrió el entendimiento a esto en Lucas 24:45-49.
¿Como podemos obtener esta circuncisión de Cristo?
Mantengámonos leyendo en el libro de Colosenses pues el verso 11 no es aún el final de la oración. Pablo continua, “…sepultados con el en el bautismo…” (verso 12).
Ahí es donde está este. El bautismo del Nuevo testamento es para perdón de los pecados, (Hechos 2:38, Lucas 24:47, Hechos 22:16, 1 Pedro 3:21). Este es un bautismo de agua y del Espíritu, (Colosenses 2:12, Tito 3:5, 1 Corintios 6:11, 12:13); y es así como un hombre ó mujer es circuncidado en Dios por Cristo Jesús, y se convierte en un cristiano.
En el siglo 8 D.c. el profeta escribió “. . .Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo…” (Joel 2:32), lo que Pablo citó en Romanos 10:13.
Y la única manera después que el Nuevo Testamento había comenzado, que nosotros miramos a alguien invocando el nombre del Señor para salvación, es por medio de la invocación de su nombre en el bautismo de agua.
¿Ahora, pues, por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados invocando su nombre. (Hechos 22:16)
Y cuando el apóstol Pedro predicó este bautismo por primera vez, él le dijo a la gente, “SED SALVOS de esta perversa generación…Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles.” (Hechos 2:40-42).
Así es como ellos fueron salvos. Y esa es la única manera en que alguien puede ser salvo. Así como Pablo le escribió a Tito, “…nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el LAVAMIENTO de la REGENERACIÓN, y por la RENOVACIÓN en el ESPÍRITU SANTO…(Tito 3:5).
Esto es el nacimiento de agua y Espíritu.
Esto es la circuncisión del corazón.
Esto es el evangelio de Cristo.
Y como esta escrito,
“Más si aún nosotros (los apóstoles de Cristo), ó un ángel del cielo, os anunciaren otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.”
(Gálatas 1:8)
Y,
“Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis ¡bienvenido!
Porque el que le dice: ¡bienvenido! participa en sus malas obras.”
(2 Juan 1:10,11)
El Dios Todopoderoso es santo. Nosotros no podemos venir a Él de la manera que nosotros escojamos. Tenemos que venir a Su manera si queremos encontrar la verdadera salvación.
David lo dijo: (1 Crónicas 13:6-12, 15:11-13)
Jesús lo confirmó: (Juan 4:24, 14:6, Marcos 16:16)
Los apóstoles lo predicaron: (Hechos 2:38-42, 8:12-17, 9:17,18, 10:43-48, 16:14, 15,30-34, 18:8, 19:1-6)
“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el lugar Santísimo (el santuario) por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, esto es su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.”
(Hebreos 10:19-22)
Fin.
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